El criado y la muerte

Érase una vez, en la ciudad de Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy de mañana, el criado se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no fue como todas las demás, porque esa mañana vio allí a la Muerte y porque la Muerte le hizo un gesto.
Aterrado, el criado volvió a la casa del mercader.
‘Amo’, le dijo, ‘déjame el caballo más veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la remota ciudad de Ispahán’.
‘Pero, ¿por qué quieres huir?’.
‘Porque he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho un gesto de amenaza’.
El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo, y el criado partió con la esperanza de estar por la noche en Ispahán.
Por la tarde, el propio mercader fue al mercado y, como le había sucedido antes al criado, también él vio a la Muerte.
‘Muerte’, le dijo, ‘¿por qué le has hecho un gesto de amenaza a mi criado?’.
‘¿Un gesto de amenaza?’, contestó la Muerte, ‘no, no ha sido un gesto de amenaza, sino de asombro. Me ha sorprendido verlo aquí, tan lejos de Ispahán, porque esta noche debo llevarme en Ispahán a tu criado’».
------------------------------------------------------------------------------------------------

El escritor vasco Bernardo Atxaga en su magnifico libro Obabakoak, incluyó este cuento “Dayoub, el criado del rico mercader”. Se pierde en la noche de los tiempos la autoría de este cuento, aunque parece bastante evidente que su procedencia es de Oriente Medio. Ha sido traducido, y adaptado por variados y renombrados escritores; entre otros Borges lo tradujo de un texto de Jean Cocteau y lo llamo “El gesto de la muerte”.
El porqué transciende el cuento desde tiempos remotos, y no queda olvidado y perdido como grano de arena en el desierto, como seguramente se perdieron infinidad de cuentos y leyendas, es lo que me interesa resaltar con este comentario.
Creo que su inmortalidad se basa en ponernos ante nuestros ojos la eterna lucha del hombre contra su destino mortal. La muerte esta unida a la vida, y en la medida en que somos conscientes de ello viviremos hasta rebañar el plato, disfrutando de la vida, o por el contrario, nos dedicaremos a huir y cabalgar raudos…al encuentro de nuestro destino, sin disfrutar del momento.